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El Palmar de Troya
En la provincia de Sevilla, en el sur de España, a 14 kilómetros de la ciudad de Utrera se extiende el Palmar de Troya, un bonito pueblo andaluz cuya característica más visible desde la inmediata carretera N–IV Madrid–Cádiz es una enorme basílica de estilo virreinal.
Sin embargo, hace cuarenta años, el Palmar era una pobre aldea cuyos habitantes vivían del trabajo ocasional en los algodonales vecinos.
Al sureste del pueblo, la carretera N–IV sigue hacia Cádiz y sube una suave ladera, separada a su izquierda de la finca "La Alcaparrosa" por una cañada (camino ancho) de ganado.
La Apariciones
Allí, el 30 de Marzo de 1968 unas niñas que estaban recogiendo flores vieron una señora de luz que posaba sus pies sobre un arbusto de pistachos (‘el lentisco’). (Más adelante se supo que en este lugar las apariciones no eran algo totalmente nuevo ya que los cazadores mantenían la tradición de que allí ‘había una señora con un niño en brazos’.
Aunque los padres de las niñas las prohibieron volver, pues "no querían saber de periodistas ni de curas", el hecho trascendió y al día siguiente más de un centenar de vecinos del pueblo vieron la aparición. Unos días más tarde, Rosario, que tenía una tienda en el pueblo, una mujer fuerte que sacaba adelante seis hijas y un marido inválido y que era totalmente incrédula respecto a las apariciones, acudió y quedó sorprendida al encontrarse lo que en su incultura religiosa creyó que era "un hada". Rosario se convertiría en una asidua devota de la Cruz Blanca.
La noticia de las apariciones se propagó por España y el extranjero y muy pronto fueron miles los peregrinos que acudían al lentisco del Palmar de Troya. Eran los tiempos en que la reforma litúrgica estaba arrasando tanto las iglesias como las conciencias, por lo que muchos católicos acudían allí en busca de una guía segura. Poco antes, la Virgen había anunciado a una mística española que cuando cesaran sus apariciones en Garabandal, ella ‘volvería a aparecerse entre Sevilla y Gibraltar’.
De acuerdo con el Derecho Canónico, la responsabilidad de investigar los hechos correspondía al Arzobispo de Sevilla. Desgraciadamente, la jerarquía que había entonces en la Iglesia sevillana, para quien las apariciones constituían un indeseable manantial de preocupaciones, se inhibió diciendo ‘¿qué tiene que hacer la Virgen en el Palmar de Troya?’
Clemente Domínguez y Manolo Corral
El 30 de Septiembre de 1969, Clemente Domínguez, un empleado sevillano de 23 años, tuvo su primera visión, a la que siguieron muchas otras, así como fenómenos extraordinarios. Clemente tenía superior nivel cultural que la inmensa mayoría de los devotos y pronto asumió el protagonismo de las apariciones y fue su propagandista itinerante en España y en el extranjero. Se hizo portavoz de los videntes, haciendo suyos los mensajes recibidos por los demás, quienes, más humildes, le dejaban hacer.
Se dice que durante su viaje a Méjico la Virgen le pidió que ingresara de lego en un convento de frailes mínimos, pero Clemente, que estaba entonces en la cresta de su popularidad, no habría querido.
Manolo Corral se convirtió en el principal asesor de Clemente, y ambos fundaron la orden de los "Carmelitas de la Santa Faz" a la que pronto se unieron fervorosos devotos e incluso algunos sacerdotes.
El Cisma de Clemente
En el invierno de 1975, el arzobispo vietnamita Pedro Martín Ngô Dinh Thuc, hermano del asesinado presidente Diem, visitó el Palmar y Clemente le comunicó un mensaje del cielo según el cual el arzobispo debía ordenarle sacerdote y obispo.
El arzobispo Diem, jubilado ya en esas fechas, estuvo de acuerdo y ordenó primero de presbíteros y luego de obispos a varios carmelitas de la Santa Faz. La ordenación episcopal, sin autorización de la Santa Sede, fue causa de que el arzobispado de Sevilla decretara de inmediato la excomunión de los ordenados. El arzobispo Ngô fue llamado a Roma, donde se arrepintió de su conducta, pidió y obtuvo el perdón por sus actos. Sin embargo, las ordenaciones habían sido válidas, aunque ilícitas, porque todavía no se había roto la comunión con la Iglesia: es decir, sería como el caso de alguien que se engancha a la red de distribución eléctrica sin el preceptivo contrato y consigue luz eléctrica, pero de modo fraudulento. Es obvio que las ordenaciones posteriores, hechas tras la ruptura de la comunión eclesial, son enteramente nulas y sin ninguna validez canónica: o sea, siguiendo la comparación, no dan corriente eléctrica.
Cuando trascendieron estas ordenaciones, su carácter precipitado se hizo proverbial y la expresión "del palmar" pasó a significar "chapucero y precipitado".
Sin embargo, los excomulgados carmelitas de la Santa Faz seguían recibiendo importantes donaciones, mientras la orden aumentaba con los devotos de ambos sexos que buscaban la liturgia y tradición perdidas por las interpretaciones abusivas del Concilio Vaticano II.
Finalmente, a la muerte de Pablo VI, Clemente declaró "sede vacante", organizó un cónclave (que le proclamó papa, Su Santidad Gregorio XVII), fundó la "Iglesia Palmariana" y dictó un catecismo muy peculiar, la "Biblia Palmariana" de 50 páginas. Esta Iglesia se registró en el Ministerio de Justicia como "Iglesia Cristiana Palmariana" y empezó a construir una enorme basílica en el Palmar para que fuera su vaticano. Las apariciones del Palmar quedaron desacreditadas y se convirtieron en objeto de mofa en toda España.
La Cruz Blanca
Sin embargo, muchos que no habían seguido los pasos de Clemente y se mantenían fieles a la Iglesia no podían negar la verdad de las apariciones y prodigios de los que habían sido testigos, ni las gracias espirituales que habían recibido a manos llenas, y siguieron reuniéndose a rezar al pie de una Cruz Blanca situada cerca del lentisco, en el exterior de las murallas que había erigido la secta de Clemente. Sobre estos devotos no solamente recayó la mala fama de las apariciones del Palmar, sino la incomprensión de los funcionarios del arzobispado, para los cuales todo lo que ocurría en el Palmar , cismático o no, era lo mismo.
Desde entonces, diariamente, al caer la tarde, se reza el rosario completo ante la Cruz Blanca, excepto en caso de mal tiempo, que se reza en el Santuario del Corazón de María, una capilla que hizo edificar un devoto norteamericano. El número de orantes varía de una docena de personas los días laborables, a unas cuarenta los fines de semana y doscientas en Semana Santa y las grandes festividades. De ellos, aproximadamente la mitad acude por primera vez. Más o menos, un veinte por ciento son extranjeros y es sensiblemente igual el número de hombres que de mujeres.
Durante el rezo del rosario se producen con frecuencia apariciones de la Virgen o del Señor, que son muchas veces perceptibles incluso por quienes no ven, según el fenómeno que los devotos locales llaman prezentí, es decir, "presentir" – percepción sin sensación – su presencia.
Aunque es imposible dar cifras exactas, podría estimarse razonablemente que en la Cruz Blanca se han producido más de cincuenta mil conversiones. Al árbol se le juzga por los frutos.
El Padre Félix Arana
En Enero de 1976, durante un rosario en la Cruz Blanca, cayó en éxtasis un joven que, en conversación con el Padre Pío de Pietralcina (hoy San Pío), señaló que uno de los presentes, que no llevaba signo alguno, era sacerdote. El señalado era un antiguo misionero claretiano que había colgado los hábitos años atrás y al que había llevado al Palmar la curiosidad nacida de la noticia de las ordenaciones del día anterior; lo que menos esperaba era el descubrimiento de algo que sólo sabía él. Cuarenta días más tarde, tras nuevas pruebas y serena reflexión, se decidió a volver a la Iglesia.
Su llegada fue providencial porque desde entonces, y durante cerca de treinta años, el misionero claretiano Félix Arana, "el Padre Félix", fue cronista y "notario" de las apariciones y veló por su autenticidad y ortodoxia. Su muerte, el 8 de Julio de 2005, ha privado al Sagrado Lugar de su figura protectora, y ha dejado sin rector al Santuario del Sagrado Corazón de María.
Éxtasis, mensajes y videntes
En la Cruz Blanca las apariciones se producen generalmente durante el rezo del rosario. Entonces, quienes ven la aparición –que no son todos– , se ‘arroban’ o ‘caen’ en éxtasis, es decir, caen súbitamente de rodillas y alzan la cabeza en una actitud que sería difícil de mantener en condiciones normales. En general (aunque no siempre) no pestañean aunque el éxtasis se prolongue más de una hora. El vidente en éxtasis está ‘desconectado’ de sus sentidos. (Deben rechazarse absolutamente, como contrarias a la dignidad humana, las ‘comprobaciones’ que algunos realizan, tales como clavarle alfileres o acercarle una llama, que, a menos que Dios quiera evitarlo con un milagro, le producirán lesiones cuando vuelva a su estado normal).
Si habla durante el éxtasis, se oyen dos clases de voz, y las palabras de la Virgen o el Señor brotan de los labios del devoto con una forma de hablar más noble y dulce, distinta de la suya habitual; en ocasiones se establece un diálogo entre ambas voces.
El número de personas que en la Cruz Blanca han visto y hablado con Jesús o María (o, con mucha menor frecuencia, con San José o el Padre Pío de Pietralcina, muchos años antes que fuera canonizado), es muy grande. En las primeras apariciones, además de las niñas, vieron las apariciones ciento cuarenta habitantes del pueblo, y poco después quizá otros tantos peregrinos. En los cuarenta años transcurridos hasta hoy este número ha aumentado constantemente, sin que sea posible estimar siquiera su cuantía.
Sin embargo, algunos devotos que ‘ven’ con mayor frecuencia, se les califica de "videntes". Los videntes soportan una carga terrible, pues debe volver a la realidad terrenal después de haber conocido la realidad del cielo, y por ello necesitan fuerte dirección espiritual.
Los mensajes que se reciben en éxtasis suelen contener una parte de doctrina general y otra de mensajes personales para los circunstantes e incluso para personas ausentes. Estos mensajes personalizan el Evangelio con gran eficacia, porque no es lo mismo saber en abstracto que hay que amar al prójimo, que oír que te dicen que tienes que tratar bien a un vecino indeseable. Se calcula que en la Cruz Blanca se han recibido más de 10.000 mensajes, de los cuales más de un millar han sido registrados y transcritos.
El criterio de verdad para los mensajes es su coherencia con la doctrina de la Iglesia, porque Dios no se contradice. Los mensajes son revelaciones privadas, es decir, que son para unos fieles de un momento dado en un lugar concreto y no para toda la Iglesia. Por ello se debe seguir el consejo de San Pablo: Examínalo todo y quédate con lo bueno.
La transcripción de los mensajes
Cuando alguien entra en éxtasis, son muchas las personas que acercan sus grabadoras para recoger el mensaje, que tal vez volverán a escuchar e incluso copiarán en papel. Pero con independencia de estas grabaciones y transcripciones espontáneas, desde 1980 hasta el año de su muerte en el 2005, el Padre Félix realizaba una grabación y transcripción oficial del mensaje que despues autorizaba con su firma. A su muerte, siguen realizando esta labor un reducido grupo de antiguos colaboradores.
Las transcripciones oficiales recogen sobre todo la parte doctrinal, y llevan notas o adaptan las palabras de los videntes para que puedan traducirse a idiomas extranjeros. Pero como ya se ha dicho, con independencia de éstas, existen numerosas colecciones particulares de mensajes que, además de su utilidad espiritual para quienes los recogieron, sirven para confirmar la versión oficial.
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